Hoy la tristeza me ronda. Se fue Otilio Galíndez. Se fue como era él: calladito y tranquilo. Sus pueblos están más tristes que nunca. Esos a los que su verbo hizo carne. Y se hace más palpable la nostalgia del verso cuando sabemos que él se ha ido para siempre...
Qué piensa la muchacha que pila y pila,
qué piensa el hombre torvo junto a la vieja,
qué dicen campanas de la capilla
en sus notas, que tristes, parecen quejas.
Y esa luna que amanece
alumbrando pueblos tristes,
qué de historias, qué de penas,
qué de lágrimas me dice...
En fin, que la tristeza está aquí, que sus canciones nos resuenan hondo, muy hondo y que un pedacito de esta Venezuela, siempre tan cercana a pesar de la distancia, se nos enrosca adentro buscando abrigo, porque toda ella estará de luto, aunque lo sigamos escuchando siempre.
Él mismo lo dijo en su canto a Víctor Jara.
"No puede borrarse el canto
con sangre del buen cantor,
tendrán que matar el viento
que dice lucha y amor.