Pues nada, que tengo abandonado este blog entre otras razones por el trabajo. Pero también por el calor, que por estos lares está achicharrante. Y por un poco de dejadez, habrá que admitirlo. El punto es que lo retomo hoy por unas noticias que chirrían en mis oídos. En España, dos niñas de trece años , en localidades distintas y en madrugadas diferentes han sido violadas por varios niños entre los cuales, algunos hay de trece años como ellas y otros un poco mayores. Y brota la rabia. Y la desazón. Y el terror. Y estupor. Surgen enseguida, por supuesto, los vociferantes que reclaman mayores sanciones, penas mayúsculas, subir la imputabilidad, modificar el Código Penal, juzgarlos como adultos. En fin, mil opiniones que concluyen todas en el simplismo más absoluto: hay que vender el sofá.
Sin embargo, caben algunas reflexiones. Los hechos ocurrieron de madrugada. Los hechos se sucedieron en el marco de las fiestas de ambos pueblos. Y en ambos participó un mayor de edad. A todas éstas, uno se pregunta ¿Y dónde estaban los padres de esos chicos y de esas chicas? ¿Cómo es que niños -porque no hay que olvidarlo: son niños, aunque hayan cometido un hecho abominable - hayan estado por su cuenta hasta altas horas de la madrugada en fiestas en las que se bebe, se fuma, se consumen drogas, sin un padre, sin una madre , sin un hermano lo suficientemente mayor que les cuide, que les ayude y que les frene? ¿A quién hay que enjuiciar: a esos niños que no tienen referentes, a quienes con toda seguridad no se les han inculcado valores tan elementales como el respeto, la obediencia y la disciplina, o a sus padres que no han cumplido con su deber de formarlos y de protegerlos ? ¿Por qué dos niñas de trece años estaban solas (o con amiguitas de su edad) en esas fiestas? ¿Por qué sus padres lo permitían? Y si no les dieron permiso ¿por qué se fueron? ¿qué hacían los padres mientras tanto. esperar durmiendo a que llegaran? ¿con qué defensas contaban esos niños y esas niñas frente a los peligros que lógicamente les acechaban?
Dicen los africanos que hace falta toda una aldea para educar a un niño. Y nada más cierto. Si sus padres no les orientan y les muestran el camino, con amor y disciplina, si sus maestros no les
enseñan la importancia de los valores esfuerzo, dedicación, camaradería y respeto y se limitan a enseñarles un programa mínimo y a expresar miedo ante sus desplantes y groserías , si su comunidad o la sociedad en la que viven no les trasmite valores como la responsabilidad, la libertad bien entendida, el sexo responsable, la solidaridad, sino todo lo contrario ¿qué se puede esperar?
Esos niños no son culpables. Son también unas víctimas. Tanto como las dos criaturas violadas. Y como tales deben ser tratados. Y si hay algo que debe hacerse desde ya , debería empezarse por poner en el banquillo a esta sociedad enferma, desestructurada y absurda que gesta padres y madres que en su intento de producir más para saciar necesidades reales o creadas, no saben ejercer su rol y no imponen normas por temor a ser cuestionados, maestros que olvidaron que su labor es formar y se limitan a trasmitir conocimientos y comunidades contaminadas y trasmisoras de los virus del egoísmo, del desamor y el desafecto y comenzar a cambiarla. De lo contrario, sólo nos quedará recomendar: apaguen la luz y vámonos.
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