Entre poemas te veas...
El silencio del mar
brama un juicio infinito
más concentrado que el de un cántaro
más implacable que dos gotas
ya acerque el horizonte o nos entregue
la muerte azul de las medusas
nuestras sospechas no lo dejan
el mar escucha como un sordo
es insensible como un dios
y sobrevive a los sobrevivientes
nunca sabré que espero de él
ni que conjuro deja en mis tobillos
pero cuando estos ojos se hartan de baldosas
y esperan entre el llano y las colinas
o en calles que se cierran en más calles
entonces sí me siento náufrago y sólo el mar puede
salvarme.
(Mario Benedetti)
¡Hola a todos! Tengo seis días en Venezuela y ello me hace feliz. Me he reencontrado con amigos, bebidas y comidas. Y los he disfrutado a todos. De la lista que preparé para comer y beber he ido probando casi todo, pasito a pasito, sorbo a sorbo. Y es un verdadero milagro la sensación que se experimenta. ¡ay, los aromas, los colores, los sabores, el regusto que me queda en el paladar! Sólo dejando tanto tiempo sin probar esas cosas es cuando te das cuenta de la importancia que tienen para tu día a día. Son nostalgias. Son añoranzas. Son deseos incumplidos los que se te van acumulando y que de pronto sueltas y dejas galopar, cuando te reencuentras con todo esto. Y los amigos. De pronto los ves, te reúnes con ellos y los sientes allí, cerquita. Y sabes que el cariño está intacto. Que es como si te hubieras ido ayer. Las vivencias siguen siendo las mismas. Y surgen los recuerdos. Y te vuelves a alegrar con los momentos vividos que te hicieron reir hace años. Y te queda un gusto agridulce. Porque sabes que vuelves a irte. Que vuelven a quedarse. Y una vez más te percatas de que tu vida es y será una peremne escisión entre lo que dejas aquí y los que tienes allá. Una permanente dicotomía en la que prefieres no pensar para disfrutar el tiempo que te queda.