En días pasados, a propósito de la noticia sobre los contínuos abusos cometidos durante años por unos curas contra numerosos niños bajo su tutela, (hoy adultos) un cardenal , algún obispo y un líder político muy vinculado a la Iglesia tuvieron la desfachatez de declarar algo así como que es mucho más repugnante el aborto que la pederastia. Y hasta se atrevieron a hablar de cifras. Para decir que cuarenta millones de niños han sido asesinados mediante el aborto. Lo que probablemente haga insignificante la existencia de unos miles de niños machacados por la perversión de algunos curas.
Ante eso, no queda mucho que decir. Tal vez preguntarse solamente si esos niños rotos en quienes se cebó la lujuria y la aberración de unos desalmados, no habrían deseado miles de veces el no haber nacido.
La verdad es que quisiera hacer abstracción de su condición de curas para opinar cualquier cosa sobre el tema, porque en verdad lo fundamental es que fueron y son pederastas. Pero no se puede. Y no se puede por varias razones: la primera, porque se aprovecharon de esa condición para maltratar a niños bajo su custodia una y otra vez. Detrás de esas sotanas se escondieron para que sus padres y las mismas criaturas confiaran en su investidura y se atormentaran creyendo que eran ellos los malos. Y bajo esas sotanas siguieron escondidos para eludir la justicia y el castigo.
Al fin y al cabo, para sus superiores, para esa jerarquía religiosa por la que cada vez siento más repulsa, la pederastia de los curas es simplemente un acto impuro. Algo repugnante por el que hay que pedir perdón. Y tal vez rezar un rosario y tres avemarías. Sólo eso. En cambio, el aborto es un crimen.
Y las que abortan, son delincuentes. Y deben ir presas. Y ser excomulgadas. Aunque algunas de ellas hayan sido unas niñas abusadas, violadas y embarazadas por un cura pervertido.
Ante eso, no queda mucho que decir. Tal vez preguntarse solamente si esos niños rotos en quienes se cebó la lujuria y la aberración de unos desalmados, no habrían deseado miles de veces el no haber nacido.
La verdad es que quisiera hacer abstracción de su condición de curas para opinar cualquier cosa sobre el tema, porque en verdad lo fundamental es que fueron y son pederastas. Pero no se puede. Y no se puede por varias razones: la primera, porque se aprovecharon de esa condición para maltratar a niños bajo su custodia una y otra vez. Detrás de esas sotanas se escondieron para que sus padres y las mismas criaturas confiaran en su investidura y se atormentaran creyendo que eran ellos los malos. Y bajo esas sotanas siguieron escondidos para eludir la justicia y el castigo.
Al fin y al cabo, para sus superiores, para esa jerarquía religiosa por la que cada vez siento más repulsa, la pederastia de los curas es simplemente un acto impuro. Algo repugnante por el que hay que pedir perdón. Y tal vez rezar un rosario y tres avemarías. Sólo eso. En cambio, el aborto es un crimen.
Y las que abortan, son delincuentes. Y deben ir presas. Y ser excomulgadas. Aunque algunas de ellas hayan sido unas niñas abusadas, violadas y embarazadas por un cura pervertido.